
Luis Bocanegra, uno de los cuatro obreros muertos hace pocos días en Miraflores y su novia María Camacho. El día del accidente iban a casarse.
Gerardo Seminario es casi un coblogger de este sitio. Su último envío, «Nada que disculparse». Luego de su anterior escrito, «Cuando Hulk dialoga«, podemos decir que Hulk no solamente aplasta pequeños humanos que lo molestan sino Hulk no pide disculpas.
Una última cosa. La criollada (explorada por Portocarrero en su libro «Los rostros criollos del mal») implica no pedir permiso sino perdón, pero un perdón que suena a formalidad, a trámite burocrático. En otras palabras, una criollada.
El tipo no cumple con las medidas que establece la ley para garantizar la seguridad. En plena obra hay un derrumbe y mueren cuatro trabajadores. Cuando le interroga la prensa, en vez de empezar por el ofrecimiento sentido de disculpas, pedir perdón en serio, lo que ofrece es una torpe, hueca, descarada y nada atenuante excusa: «Una equivocación la comete cualquiera». Me imagino la indignación de las familias afectadas -¿O es posible que no sea así?: «Mataste a mi esposo o hijo y me dices que es un error más ¿como si hubieras firmado un papel en otra línea? ¿como si te hubieras pasado la zebra en la pista? ¿como si te hubieras olvidado las llaves de la casa?». Injusto. Lo que quiere una víctima es justicia y el no reconocimiento es una declaración temprana, un preámbulo que anuncia cómo voy a luchar para que no obtengas justicia. Si te duele ahora, anda haciéndote a la idea que te va a doler mucho más y por mucho tiempo, espero tengas la fuerza necesaria para pelear esto, sino es mejor que te vayas yendo a un rincón a llorar solita hasta que te apagues y tu también desaparezcas y así me dejes en paz.
¿Por qué es tan difícil pedir disculpas en el Perú? No se trata, creo, sólo de evadir la ley, aquí no se pide disculpas porque sencillamente no hay nada de qué pedir disculpas. Me explico, en nuestro país, donde la ley es papel y está mediada por posiciones sociales, distancias étnicas y, para hacerlo corto, diferencias de poder; un lugar en el cual todo se sembró desde el inicio sobre la condición de desigualdad (república de indios / república de españoles), donde los discursos igualitarios nunca se consolidaron; en un país donde a lo largo del tiempo hemos permitido que esta lógica se solidifique a través del clientelismo, el favor y el paternalismo de nuestros gobernantes -especialmente los más autoritarios-, en un país así no hay nada de qué pedir disculpas. La lógica sobre la que nos movemos no es la de consolidar la igualdad, la condición de semejantes y el proyecto común, aquí cada quien juega su partido y ese, ese es nuestro sentido común.
¿Está mal no contratar un profesional adecuado? ¿no sacar una licencia? ¿pasarse una luz roja? ¿ahorrar en la obra? ¿pagar coimisión para ganar la licitación? No pues, ¿cómo va a estar mal? Si yo no lo hago tú lo vas a hacer, es la única forma de ganar, de conseguir lo que se busca. En nuestro país nadie puede criticar el acto egoísta y contra la ley, incluso contra la moral, pues es la forma establecida, el status quo para lograr las metas. Pasar por encima del otro es un método reconocido por la mayoría de los peruanos, parte de un sentido común. No me puedes criticar porque tú hubieras hecho lo mismo ¿o no? no me puedes juzgar porque luego la misma ley se puede usar en contra tuyo, que es finalmente ir en contra de la lógica por la cual nos regimos.
Nuestra sociedad funciona en base a la norma no pronunciada de «saca lo que puedas pasando sobre quien sea», para eso tenemos nombre y en las conversaciones privadas hasta lo alentamos, se llama «criollada», se dice «ponte mosca» y al que no lo practica se le acusa de huevón o idealista, es parte de nuestra formación temprana, lo aprendemos desde la casa, los micros, el barrio, el club privado, el colegio, etc. Y esta misma lógica que nos protege de andar pidiendo disculpas es la que ampara a los malos choferes ante los reclamos de sus víctimas, a los robos en licitaciones como el de la vía expresa del Callao, a los que falsifican firmas, es esta lógica la que da pie a la impunidad de los que cometieron violaciones de derechos humanos amparándose en su condición de gobernantes, etc. En el Perú no hay nada de que pedir disculpas, pedir disculpas es poner en jaque nuestro sistema. A mi me gustaría que en el Perú hubiera más idealistas huevones y menos muertos.
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Buen punto de vista. Pero las disculpas no se piden, se ofrecen.
Nuestra historia puede tener relación con la conciencia de desigualdad que existe hasta nuestros tiempos y, sin embargo, esto no impide que también exista gente que, dejando su orgullo de lado y con ánimos de contruir (en lugar de seguir destruyendo), sea capaz de pedir perdón con convicción. Sí que deben ser pocos, porque no los veo muy seguido en TV. Espero que se estén multiplicando en lugar de ir desapareciendo.
El problema es muy grande y cambiará desde cada uno de nosotros.