
Solo vi un par de veces a Maruja Martínez. La primera, estudiando en San Marcos, a fines de los noventas, lleno de paltas y dudas. Me dijeron que la busque, que converse con ella y nada, hablamos sobre la política, ser joven y tratar de hacer algo (por entonces el verbo «militar» lo asociaba demasiado al sustantivo), las soluciones. Hasta ahora creo que tengo las mismas paltas y dudas, pero algo más refinadas (o complejas).
Me acuerdo claramente cuando le dije que era jodido siempre dudar, pararse a reflexionar en medio de todo, porque siempre hay algún compañero de clase que te dice para qué dudar si la solución ya se conoce. Su respuesta (sarcástica) me mató de risa (y de paso me tranquilizó): «Por favor, qué te diga cuál es, porque hasta ahora la estamos buscando». Evidentemente, lo que me estaba diciendo es que para un país como este, las respuestas no están para nada escritas, y claro, había que salir a buscarlas. No hay fórmulas, ni modelos. Había que inventar las cosas acá.
Ya la última vez fue en la casa de unos amigos, reunión de viejos izquierdistas, para conversar sobre, qué más, política, eran los últimos meses de Fujimori. Maruja, como aquella vez, no perdió su sentido del humor y tampoco la apuesta a futuro. Ni pensar que le quedaban pocos meses de vida. Yo, al contrario, me he vuelto algo más cauto. No lo sé, tampoco es pesimista, pero menos entusiasta. Quizá, si me la encontrara de nuevo, diría que nada, que las cosas van bien, no perder los ánimos.
Esto un poco por el post de Rocío Silva, sobre Maruja, sobre su historia, sobre las lecturas. Y claro, la historia de Maruja con el camarada Turcios. Todavía el testimonio de Maruja sigue siendo un libro obligado para entender parte del universo (simbólico, anímico, afectivo) de la izquierda peruana, para el que le interese.
Siempre quedará el bicho del chisme y saber quién fue ese tal Turcios.
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Tu sabes, Morsa, que yo le tengo reparos a medio mundo, pero a pesar que casi como tu no conozco mucho a Maruja, su honestidad intelectual me ha parecido una de las cosas mas admirables que conoci en el mundo intelectual peruano. Saludos desde aca.
En un contexto en el que la izquierda parece sufrir de amnesia ante sus horrores y errores del pasado; el libro «Entre el amor y la Furia:Crónicas y Testimonio» es el más honesto y valiente testimonio del fracaso no sólo de toda una generación sino de toda una forma de entender la política.
Su lectura es altamente recomendable.
OH!!! recién leo tu post!!! me has hecho llorar!
La verdad que estoy gratamente sorprendida de que las nuevas generaciones, esto es, tú Morsa, Jorobado, otra gente (quizás no tan nuevas, pero bueno, para mí si lo son)digan todo esto del libro «El amor y la furia». Creo que sería bueno re-imprimirlo, y difundir más aún estas historias de los fracasos y melancolías de la Generación Política del 70. De hecho, hace un tiempo, se lo propuse a un amigo y profesor de la UARM, que tuvo una relevancia política en esos años, pero me contestó con cierta desconfianza en su propia historia personal como ejemplar para entender esos años. Maruja lo hizo, honestamente y a pesar de las criticas (algunas aireadas como la de Oscar Ugarteche, por ejemplo), supo dejar huella.
[…] No solamente por la franqueza y sinceridad de Rochabrún (sinceridad que he sentido al leer el testimonio/libro/autobiografía política de Maruja Martínez, por ejemplo), sino por un estilo de escritura, digamos, con la navaja entre los dientes. Es aún […]